Jóvenes cadáveres fotográficos 3/4 (y la crítica fotográfica)

Continúo con estas reflexiones sobre el estado actual de una parte de la fotografía en España teniendo en cuenta la transcripción de la mesa redonda que se celebró a puerta cerrada en la sede central de la Fundació Caixa de Pensions en Barcelona, el 11 de diciembre de 1986, con motivo de la exposición “Joves Fotògrafs”, que podéis descargaros clicando en la imagen de la portada del catálogo.

En esta mesa redonda se tocaron temas como la relación que existía entre los jóvenes fotógrafos y los fotógrafos consagrados, la repercusión de la joven fotografía en las galerías, la formación fotográfica y la relación de la critica con respecto a la fotografía realizada por los jóvenes, que es el tema al que dedico esta entrada del blog.

Ariel Marín. Sense títol. 1986

 

Si ya cuesta encontrar una crítica medianamente decente o especializada sobre el trabajo de los fotógrafos consagrados, podemos imaginar que para los jóvenes fotógrafos no es de extrañar que no se les dedique tiempo y espacio en una publicación. Total, para alguien que puede acabar siendo un cadáver fotográfico, mejor reservar el espacio para la esquela, que es el equivalente a decir que hay una exposición colectiva de jóvenes talentos en tal sitio, patrocinado por tal Caixa y bla, bla, bla.

En el “Llibre blanc del patrimoni fotogràfic a Catalunya” coordinado por Cristina Zelich y publicado por el Departament de Cultura de la Generalitat de Catalunya en el año 1996, dedica el capitulo 5 a la Historiografía, teoría y crítica fotográfica y el resultado es demoledor. El capitulo empieza de manera desoladora: “No hi ha cap estudi global sobre la historia de la fotografía a Catalunya, ni des del punt de vista tècnic, ni social, ni estètic” (“No hay ningún estudio global sobre la historia de la fotografía en Cataluña, ni desde el punto de vista técnico, ni social, ni estético”). Un poco mejor está representada la historia de la fotografía española, pero falta investigación, criterio y posiblemente dinero para conocer en profundidad los diferentes archivos, ya sean particulares, empresariales o institucionales. ¿De quien es la responsabilidad? Puede que una decisión política en su momento hubiera reparado esta situación, pero ¿realmente son los políticos los responsables de estos vacíos culturales? Está claro que si no se escribe una historia, la que sea, es como si no hubiera existido y es una manera de negarla. Por consecuencia un político no se debe sentir muy obligado a prestar atención a esa no-historia y parece que si encima esta está relacionada con la cultura todavía menos. A este respecto, la crítica de arte Victoria Combalía comentaba en la mesa redonda a puerta cerrada: “Por mi pequeña experiencia con los políticos tengo que decir que son una gente bastante inculta, habrá excepciones, pero en general casi siempre lo han sido y convencerlos de que la fotografía puede ser rentable, culturalmente hablando, me parece difícil”. Son incultos a nivel nacional, pero los que se llevan la palma son los responsables políticos relacionados con actividades culturales a nivel local. Yo mismo tuve la experiencia de intentar organizar en mi ciudad de nacimiento una exposición de Humberto Rivas mientras el concejal de cultura de turno (PSOE) estaba más pendiente del teléfono que de la conversación. De nada sirvió explicarle quien era Humberto Rivas, que la exposición que le ofrecía había sido realizada por un Premio Nacional de Fotografía, que había recibido una beca Endesa para finalizar el proyecto, que era el único proyecto temático que había realizado el autor, que era un proyecto producido por la Generalitat de Catalunya, que había sido expuesto durante dos años en muchas localidades catalanas y que sólo había salido de allí para ser expuesta en Madrid, que era una oportunidad única tanto cultural como económica. Imposible. A esta persona lo único que le interesaba era cerrar un convenio con una caja de ahorros para organizar la cabalgata de reyes. De golpe comprendí por qué me marché de allí a vivir a otro lugar.

Una de las claves nos la da David Balsell cuando en un momento de la “tertulia” intenta retomar el tema de por qué les ha pasado esto a los políticos, intentando encontrar a otros responsables ocultos: “Pero con respecto a la incultura de los políticos que comentaba Victoria Combalía, yo la haría extensiva también a los críticos respecto a la fotografía, es decir que los críticos no hablan de fotografía porque no saben y como que no saben no hablan de ella y como que tampoco se esfuerzan en aprender, ya estamos en lo del pez que se muerde la cola. Sólo hay una o dos personas que escriben y casi siempre dicen lo mismo”. La Crítica, con mayúsculas, algo de lo que todo el mundo ha oído hablar pero que casi nunca alguien ha visto. Si hay una multitud en una exposición se puede averiguar quien es el crítico porque normalmente suele haber un par de metros cuadrados libres a su alrededor. Existen, pero en las exposiciones de jóvenes fotógrafos están como ausentes y si están son tan trasparentes como los jóvenes cadáveres fotográficos.

M. Teresa Molina. Velòdrom de Barcelona. 1985.

Mala mezcla esto de la política y la crítica. Con menos se han montado museos, se han creado fundaciones e incluso festivales y ferias, lo que da por pensar que la política se desentiende de la cultura de manera irresponsable dando todo ese poder a los que realmente creen que entienden. Si hablamos de fotografía y hacemos caso a David Balsell, que es una persona que sabe sobradamente de que va este tema, llegamos a la conclusión que de fotografía solo pueden hablar los que saben: Los Fotógrafos.

Victoria Combalía más que defenderse intenta justificar el motivo: “No es porque no nos interese la fotografía que los críticos no escribimos. Cuando yo estuve en los Estados Unidos con una beca me interesé muchísimo por la fotografía, tenía tiempo para visitar bibliotecas y galerías magníficas o el MOMA, donde hay una sección extraordinaria de fotografía, el problema es que cuando vuelves y te pones a escribir te das cuenta de que de fotografía no sabes lo suficiente y te planteas que tienes que ponerte a estudiar durante tres o cuatro años fotografía porque si no tienes miedo de meter la pata, y prefieres que escriba un profesional del tema. Particularmente estoy interesada en la fotografía, pero igual que es precisa toda una vida para ser un buen fotógrafo, para ser un buen critico también”. Pintura, escultura, cine, teatro, literatura, música son disciplinas que aparentemente tienen poco que ver entre ellas y no veo que los críticos las discriminen por no ser unos especialistas en la materia. Lo que no llego a entender es por qué tratan a la fotografía de manera diferente. Si no dejan esta responsabilidad a los propios pintores, escultores, cineastas, ¿por qué se ha dejado a los propios fotógrafos hacer este trabajo? Puede que el motivo fuera el mismo por el que no ha habido en los últimos cuarenta años un cambio generacional o una evolución en el crecimiento de nuevos fotógrafos y sobre todo fotógrafas.

Volviendo al Llibre blanc de la Generalitat, lo que comenta sobre quien escribe sobre fotografía es lo siguiente: “Por lo que se refiere a la reflexión teórica y crítica, han sido, durante muchos años, los mismos fotógrafos los que se han dedicado. Uno de los ejemplos más notorios ha sido Joan Fontcuberta, primero desde Nueva Lente, después desde la sección fija “Art de la Llum” de El Correo Catalán, pero sobre todo con sus colaboraciones en publicaciones especializadas extrangeras, como por ejemplo Afterimage, The Village Cry, Camera, European Photography, etc, con los que dio a conocer la creación fotográfica española de finales de los setenta y principios de los ochenta”. Hay que reconocer el enorme esfuerzo que Joan Fontcuberta ha realizado para defender la fotografía patria en un mundo que sólo tiene en cuenta la fotografía hecha en Estados Unidos y una parte de Europa. Digamos que es un espacio mayoritariamente anglosajón desde el punto de vista teórico, ya que casi el 90% de las publicaciones son traducciones que en el mejor de los casos nos llegan pasados cinco o seis años desde su publicación en origen. Fontcuberta no ha sido el único que se ha atrevido a escribir sobre fotografía; Xavier Miserachs escribió “Criterio Fotográfico” o Manolo Laguillo “¿Por qué fotografiar? Escritos de circunstancias 1982–1994” son algunos tímidos pero muy válidos ejemplos de reflexión sobre la fotografía hecha por fotógrafos. Esta escasez de contenidos y autores hace pensar que la supremacía que ha ejercido Joan Fontcuberta más que una ventaja a la hora de llenar un hueco ha sido la de un tapón para poder conocer a otros autores, ya sean estos fotógrafos o historiadores con la intención de dar a conocer otros puntos de vista, sacar a la fotografía del gueto fotográfico y fomentar su normalización dentro de las artes visuales. Habría que preguntarles alguna vez a los responsables de Gustavo Gili por que ha ocurrido esto.

PORTADA DEL CATÁLOGO. CLICAR EN LA IMAGEN PARA ACCEDER AL TEXTO.

 

De todas maneras, a partir de los ochenta han ido apareciendo algunos críticos de arte que se han atrevido a hablar no tanto de fotografía sino del trabajo de algunos fotógrafos. Esto ha ido ocurriendo poco a poco y de manera muy tímida y siempre dándole a la fotografía una especie de trato diferencial con respecto a las otras artes. No entiendo muy bien el motivo de este trato pero posiblemente tenga que ver con lo escrito por Joan Costa en su ensayo «El lenguaje fotográfico», publicado en 1977, en el que el autor defiende la existencia de un lenguaje específicamente fotográfico. En este aspecto coincido con Humberto Rivas cuando comenta en la mesa redonda a puerta cerrada lo siguiente: “…pero dado que la fotografía es una imagen y se incluye dentro de las Artes Plásticas como el grabado, la pintura, la escultura, etc., lo que no llego a entender es porque un crítico puede hablar de una exposición de Rafols Casamada, o de cualquier otro pintor, y en cambio no puede hacerlo sobre otra de Sander. Son igualmente imágenes plásticas y el crítico debería tener los conocimientos para hablar de cualquier fotógrafo como de cualquier pintor. Por otro lado dudo que un crítico de arte conozca técnicamente a fondo la ejecución de una escultura, las técnicas de grabado o lo que sea para poder luego escribir sobre esta escultura o este grabado. No creo que sea necesario, pero sí que creo imprescindible que el crítico conozca la historia de la fotografía, de la pintura, de la escultura, etc., y hacer diferencias con la fotografía me parece que es partir de un prejuicio”. Genial Humberto Rivas, dejando sin argumentos a los asistentes hasta el punto que Joan Fontcuberta decide cambiar de tema ya que no se estaba hablando de lo que les había reunido allí, la fotografía joven, si existía esa fotografía joven, si era buena y como se había generado.

Curioso que en un encuentro tan especifico no se hablara en ningún momento de la relación de la crítica fotográfica con los jóvenes fotógrafos y sí de su ausencia. Está claro que ni ha existido, ni existe y posiblemente ni existirá. Tranquilos, que hemos aprendido a hacerlo y tenemos los medios para compartirlo.

Por cierto, me llama la atención que la única persona que ejercía la crítica fotográfica en ese momento de todos los asistentes no tuviera ninguna intervención sobre este tema.

El próximo y último post relacionado con esta mesa redonda a puerta cerrada será el 4/4 (Las galerías)

5 respuestas

  1. ¡Hola! Interesante el punto y curioso ver cómo las opiniones sobre la crítica siguen siendo más o menos válidas.

    Se necesitan buenos críticos, que opinen sin machacar y que sepan mucho de arte (en general) tal y como comentaba Humberto Rivas, y madurez por parte de los fotógrafos para aceptar las críticas sin tomárselas por el lado personal.
    Pero esto es muy complicado, ¿no crees? Por las dos partes.
    Me explico, Paco (y aquí va mi rollo):

    El nivel cultural general está bajo mínimos, la especialización en una u otra faceta del arte es abrumadora, hay un componente subjetivo muy alto y el crítico es, por definición, el malo de la película. Ejercer crítica en los medios de información supone no ser independiente para verter una u otra opinión. Siempre hay intereses, velados o no.

    La crítica artística, en mi opinión, se ha de hacer por personas con una sólida base de conocimiento porque permite, al menos, una cierta objetividad y criterio cuando no piensas que lo que ves sea meritorio. No vale que te guste mucho el teatro para hacer crítica teatral o que te gusten mucho las artes plásticas para hacer crítica artística. Conozco a personas que se arrogan esta faceta de críticos sin tener más base que haber visto muchas exposiciones o teatro u ópera, leer libros de artistas o sesudos ensayos y conocer a gente del mundillo artístico. Esto hace que sus críticas carezcan de base fundamentada y sean una opinión subjetiva según «me gusta/no me gusta» cuando no, y en el mejor de los casos, se dedican a copiar partes enteras del catálogo o de la ficha de la representación. Con el auge de Internet y la capacidad de tener un blog de crítica, esto ya se convierte en ley. Y estamos hablando de artículos que tienen un valor de mercado, algo que se vende y cuyos precios son altamente fluctuantes con dinámicas muy variables y mercados opacos. Poca broma.

    Y no se puede dejar de lado que, en fin, los amigos son los amigos… y también los «menos» amigos. No valen las críticas que son una hagiografía del artista ni aquellas que siegan cabezas a la altura de las rodillas. El equilibrio de criterio es necesario, la diplomacia en la exposición de la crítica es fundamental y se requiere, como decía V. Combalia, años de estudio para basarla en algo tangible y meritorio. Por eso tampoco es bueno que el crítico sea fotógrafo, porque en un momento dado es competencia de cara al mercado.

    Hablando de la madurez de los fotógrafos para aceptar críticas, ya sabemos que las inauguraciones son momentos de amor generalizado y palmaditas en la espalda que están fenomenal y reconfortan mogollón. Pero no dejan de ser también actos de compadreo de amiguetes. Una crítica sincera no es sólo decir que está genial todo; es también señalar si ha habido evolución o si es más de lo mismo, si los cambios resultan coherentes o no terminan de cuajar según lo que quiere decir el autor; si es más de lo mismo ¿merece la pena porque es la manera de hacer del artista y sigue teniendo un halo irresistible o son los restos de una fórmula exitosa y sigue exprimiéndola? Y se habla de material sensible: el ego del artista plasmado en su obra.
    Por eso el crítico ha de ser diplomático pero no servil y el fotógrafo ha de ser maduro para encajar de manera adecuada una crítica contraria, situar en su contexto lo que dice y plantearse interrogantes a partir de esas apreciaciones, sin pasar al plano personal y a la enemistad visceral, retirándole el saludo al crítico y mentándole a la madre.
    Si la crítica es seria y está bien hecha, no ha lugar a esas actitudes infantiles.

    Ahora bien: ¿tenemos esto? Creo que no.

    Perdona por el rollo, Paco y gracias. Ya sabes de mi efusividad verbal… 🙂

  2. ¡Ah! Y me faltaba por puntualizar… jejeje.
    Si la crítica es buena, importa poco que el artista/fotógrafo sea joven, maduro o anciano porque resaltará lo que importa: si es bueno o no tanto.

    Saludos y gracias por la entrada.

  3. Magdalena, tienes toda la razón. Como comentaba al principio de la entrada, ya cuesta encontrar buena crítica en los trabajos de los consagrados y por desgracia no la vemos en la crítica de los que empiezan, menos en los que empiezan y tienen la etiqueta de «jóvenes», que es de lo que intento hablar. Tampoco veo que se prepare en escuelas o facultades a personas que se atrevan a realizar una crítica de un trabajo fotográfico de la misma manera que se realiza en otras disciplinas. Los fotógrafos han sido los que han hecho esta función y por eso lo cuestiono.

    Hacer crítica de manera profesional tiene un coste económico que en muchos casos son los propios artistas interesados en realizar el pago de ese trabajo. En otros casos son las galerías las que se encargan de pagar al crítico, ya sea directamente o comprando la publicidad en las diferentes publicaciones. Esto es un negocio, no lo olvidemos. Por suerte muchas personas viven del negocio de la cultura. Otra cosa sería preguntarse: ¿de qué viven los artistas?

  4. La primera foto que aparece en esta 3ªparte ¿es Cristina Gracia Rodero?
    …perdón, tenía que decirlo…
    Estos artículos de los jóvenes cadáveres es de lo mejor que he leído en la web (en español) desde hace tiempo. Espero ansioso la 4ª parte.
    Qué acertadas palabras las de Victoria Combalía cuando dice que «se precisa una vida para ser un buen crítico…» quizá no toda una vida, pero si mucho conocimiento.
    Y acertada Magdala en su explicación de cómo debe ser un crítico.
    En mi opinión, he detectado, que uno de los problemas de que no haya buenos críticos en fotografía es, que el que tiene las capacidades de ser un buen crítico de fotografía se dedica a fotografiar. Por que en las escuelas enseñan eso y por que es más fácil darle al botoncito que hacer una crítica no remunerada.
    En cine o literatura sí se encuentran buenas críticas, ya que es muy difícil y laborioso escribir un gran libro o hacer una buena película. Es necesario varias dotes para dirigir una película. Por eso, hay gente que sabiendo mucho de cine, y con gran conocimiento del medio, pero que no puede dedicarse a dirigir cine, se dedican hacer una excelentes críticas.

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