PERLAS de José María Mellado

José María Mellado, en la galería Ana Vilaseco, en A Coruña. (Foto: Víctor Echave)

 

José María Mellado posiblemente es el único fotógrafo de este país que ha creado escuela, que son legión y se les conoce como «melladistas». Tiene tantos seguidores como detractores y su trabajo no deja indiferente a nadie. Pero no quiero hablar de su trabajo ya que para eso están los mil y un foros dedicados tanto a su obra fotográfica como a su best seller. Quiero hablar de sus palabras, de aquellas PERLAS que me han llamado la atención en unos vídeos, «La búsqueda del instante», producidos por el Ayuntamiento de Fuenlabrada (Madrid) y su Centro de Arte Tomás y Valiente, realizados en el año 2009 por el propio fotógrafo y su empresa a modo de autobombo que me dio a conocer el fotógrafo Alberto Lizaralde, que son los que acompañan al post. Para conocer un poco más a fondo a este fotógrafo, recomiendo leer esta entrevista aparecida en el AragónDigital o esta otra entrevista, que encontré por casualidad buscando información sobre Mellado después de una serie de preguntas sin respuesta en una conversación en Twitter entre Lizaralde, Olmo González, Nacho Canon y Ni Con Pepinos de Cienojetes, Oscar Canalejo, Jose Granizo y un servidor.

 

 

En este primer vídeo nos encontramos con la clásica definición del tipo de fotógrafo que uno cree ser. En este caso Mellado piensa que hay dos tipos de fotógrafos: los que crean la imagen, fotógrafos que lo que hacen es construir una idea, una historia, montar todo ese escenario y hacer la foto y luego están los que buscan la fotografía, los que salen como él a cazar, los cazadores de imágenes (min. 01:26). Realmente no se como definir el hecho de que Mellado se autodefina como cazador de imágenes teniendo en cuenta lo elaboradas, retocadas, manipuladas, cocinadas, intervenidas, escenificadas, previsibles y ficticias que son sus fotografías.

Mellado comenta que tiene un «impulso artístico y que lo desarrolla» (min. 02:32) y que ese impulso le motiva (Min. 03:06) «para conseguir que aquellas escenas cotidianas, vulgares, sin interés aparente e incluso cutres» él las vea de manera diferente al resto de las personas, el ver más allá, el ver la belleza que está escondida. Mellado cree que con esto consigue que una persona mire a las cosas de otra manera y lo considera un triunfo. Lo cutre seguirá siendo cutre si lo fotografiamos o lo pintamos y la mirada de un fotógrafo no puede cambiar esa realidad. Lo puede adornar, dar una apariencia de irrealidad a la hora de aislarlo de esa realidad, pero nunca cambiar la visión de otra persona por medio de nuestras imágenes. Esto ocurrirá siempre a través de la imposición nuestra mirada, de nuestras fotografías, pero no transformará la realidad misma, ya que esta pertenece a otro nivel de percepción y de interpretación. Hace falta algo más que una imagen para cambiar la realidad. Si intervenimos en esa imagen de la manera en la que lo hace Mellado lo convertimos en otra cosa y el resultado corre el riesgo de ser meramente decorativo.

«Y si es cierto que se da esa imagen dramática, esa connotación de que algo va a pasar, de que algo está a punto de ocurrir» (min. 08:02). Me pregunto que es lo que cree el señor Mellado que está a punto de pasar en sus imágenes, a parte del Photoshop. Él piensa que hay una tensión entre el ser humano y el paisaje y que consigue reflejarlo en sus imágenes. Yo pienso que la tensión a la que se refiere se produce entre sus fotografías y los espectadores de estas.

A raíz de una crítica que le hicieron en el ABC, en el que le hacían referencia a sus fotografías con influencias hopperianas, José María Mellado hace apología de su ignorancia, algo que se repite en otras entrevistas, reconociendo que no sabía quien era Edward Hopper, se fue a la FNAC y se compró un libro de Hopper (min. 09:09) que le encantó, comentando: «Empecé a ver fotos, bueno fotos no, perdón, pinturas que serían fotos que yo haría, o sea, de alguna forma sin conocer su trabajo pues sí que había una coincidencia en la forma de mirar quizás, tanto algunas composiciones arriesgadas como la soledad, la casa abandonada que algo a pasado o va a pasar algo». Decir que la soledad es una «composición arriesgada» sí que es arriesgado. No por fotografiar un pimiento te conviertes en el otro Edward, ya que lo único que tienes en común y lo único que te puede acercar a la obra de este artista es el pimiento.

 

 

En esta segunda parte del vídeo empieza comentándonos que le preocupa mucho la corporeidad de la obra. Pensé que nos iba a hablar de la poética del espacio, de cómo representa el territorio en su fotografía como metáfora de lo inmensamente pequeños y frágiles que somos los seres humanos, del paisaje como representación de lo infinito con respecto al universo, representado en la importancia que otorga a esos inmensos y melodramáticos cielos. Nada más lejos de la realidad. Lo que realmente dice sobre esa corporeidad es (min. 00:42): «Fomento a veces el que mi trabajo tenga esa, eeeeh…, ese corporeidad, esa plástica que que que pue, que te permita incluso meterte dentro de él. Entonce por ejemplo me gusta que las fotos no tengan cristal. Me gusta que haya una… una definición mas allá de lo habitual o de lo normal en… en la fotografía. A veces, cuando hacemos copias muy grandes, si la hacemos en ampliadora hay una pérdida de definición, ¿no? Yo a veces, mmm, lo que hago es todo lo contrario, es es intentar mantener incluso en copias grandes esa definición, algo que solamente se hace se puede hacer ¡en pintura!, ¿de acuerdo? Y sí que me gusta que realmente se diluya o intentar que se diluya ese límite que… que es un límite tetécnico en definitiva entre pintura y fotografía y, y me gusta jugar con esa ambigüedad y de hecho, de hecho a veces mi obra el parecen más bien pinturas hiperrealistas». Pues sí, son «corpóreamente» grandes de cojones.

«La evolución mía ha sido conseguir armar un discurso» (min. 02:13). A falta de tener un discurso, como buen cazador tiene que armarlo. Reconoce que sus fotos son muy parecidas a las que hacía «a lo mejor» hace seis años, lo único que él cree que ha cambiado es que antes no sabía por qué las hacía y ahora sí. Mejor transcribir como lo explica el autor (min. 02:44): «Hay una fase, eh hay varias etapas en el artista, pienso, ¿no? y hay una etapa en la que sencillamente haces lo que tú sientes que debes hacer y ¡lo haces!, pero no sabes muy bien por qué lo haces, por qué estas buscando con eso ¿no? Entonces quizá lo mi evolución ha sido en el sentido de que ahora yo me en-tien-do a mi mismo, o sea, entiendo cuales son mis impulsos y por qué hago esa foto. Entonces eso me permite armar un discurso, oeh que de alguna forma le da más solidez, oeh o más trascendencia a lo que es el proyecto de mi obra». Vamos, la arteterapia aplicada a la fotografía. Pero me pregunto: ¿cual es ese discurso? Don José María nos lo aclara (min. 03:27): «… el conseguir armar un discurso sobre el trabajo que he hecho estos años y en el cual ese trabajo encaja, ¿no? perfectamente y al final, al final pues, seguir la vía de, de, el paisaje, eh, con la huella humana que de alguna forma era una vía más interesante para mi ¿mm?». Parafraseando a Groucho Marx viene a decir que «Estos son mis discursos. Si no le gustan tengo otros». ¿Pero cual es el discurso sobre el que este fotógrafo se ha encontrado a si mismo y ahora ya no hace clones de las fotos de hace seis años?(min. 03:57): «En mi foto el ser humano siempre tiene presencia pero de una forma indirecta, ¿mm?, está la huella del ser humano, no el ser humano en sí y si en alguna foto aparece es como, ue, un elemento, eh, mínimo respecto a lo que es la foto completa y sobre todo siempre es la huella lo que, lo que aparece». Parce que nos va quedando claro en que consiste su discurso, pero para terminar de aclararlo nos pone de ejemplo una de sus corpóreas fotografías de 1m x 3m, La playa de los Escullos, donde a la derecha, muy pequeñito se ve un vaso de plástico (min. 04:39): «… y bueno, me decía alguien – pero hombre, pero, ese vaso de plástico pues coge y lo clonas y lo… y lo quitas – y yo decía – ¡No hombre, no por dios!, si esa es la… esa es la huella humana en el paisaje ¿no?, como lo voy a quitar, o sea, entonces incluso en esa foto hay esa huella humana y creo que de alguna forma eso lo que distingue una foto mía que entra dentro de mi discurso de una foto que no sea mía. Quiero decir que esa foto sin ese vaso de plástico ya no está en mi discurso». Vamos a ver como puedo explicar lo del vaso de una manera que no se sienta nadie ofendido; El vaso de plástico no es una huella. En todo caso sería un rastro, pero no una huella. Sobre todo el vaso de plástico es basura, mierda que alguien (puede que incluso el propio Mellado lo haya puesto intencionadamente allí para dar sentido a su discurso) ha dejado porque es un cerdo. Me queda claro que el discurso de Mellado es ecológico y que reflexiona sobre lo guarro que es el ser humano, dejando todo lleno de huellas.

Termina este segundo vídeo comentando que ahora, cuando va a hacer foto sabe muy bien lo que quiere fotografiar, no como antes (min. 07:21): «… yo antes iba cazando, pero cazando todo lo que se me… se me ponía a tiro, iba, iba cazando fotos ¿no?. Ahora no. De hecho hay algo que ha cambiado mucho en mi últimamente y es que yo antes iba a todos sitios con la cámara. Siempre llevaba una cámara encima y ¡ya no! (…) Porque ya no voy cazando en todos sitios, sino que puedo disasociar (sic), eh, mm, los momentos en los que estoy haciendo fotografía de otros momentos. Ya no necesito la foto fortuita, ¡no! Ahora se muy bien cual es mi discurso, que es lo que quiero y entonces hay veces que voy a buscarlo y cuando voy a buscarlo me pongo el chip de, de fotógrafo o de lo que quieras llamar y entonces hago fotos (…) La foto buena no está fuera, está dentro, da igual, no pasa nada, la foto está dentro, soy yo el que hace la foto buena, no la escena en sí (…) yo soy el que decide cuando hago la foto buena». Cazamos, ahora ya no necesitamos salir de caza, practico la caza selectiva, cuando cazo cazo y cuando no cazo «disasocio» otra cosa. Yo soy el que decide la foto buena. Este hombre es el «Cristiano Ronaldo» de la fotografía.

 

 

En este tercer vídeo ejecuta a modo de «perfomance» la destrucción de su obra. Utiliza una sierra eléctrica de calar. Oyendo lo que ha comentado en los otros vídeos, ¿por qué no utiliza una escopeta? No se si fue antes o después de este evento, el caso es que no es inédita esta manera tan peculiar de destruir su obra. En este otro vídeo se supera. No tienen desperdicio los comentarios que el propio José María Mellado hace sobre lo que él denomina una catarsis, llegando a llamar «cerdo» a una persona que le recrimina su acción: «Una vez asumido que hay que destruirlas, he de decir que materializar su destrucción de forma tan violenta ha sido una especie de catarsis para mí. YO soy el AUTOR y decido sobre su destino».

PERLAS de Oliviero Toscani

Oliviero Toscani delante de una de sus «polémicas».

Oliviero Toscani, conocido popularmente por sus fotografías para las polémicas campañas publicitarias de Benetton, nos ha dejado recientemente unos titulares a modo de PERLAS con motivo de su participación en un taller organizado por la Casa de la Imagen de Logroño y que el diario El País publicó el pasado 14 de julio.

Oliviero Toscani se considera más un artista que un fotógrafo, aunque también le podemos considerar vendedor de gafas, de vino, de aceite o criador de caballos, pero de lo que seguro podemos considerar todos al señor Toscani es de ser un provocador profesional.

La PERLA que rescato de la entrevista de El País es un párrafo en el que habla sobre los fotógrafos (aunque todavía no se a qué fotógrafos se refiere) y que nos comenta:

 “el nivel cultural medio de los fotógrafos actuales es muy bajo” y cree que “pasan demasiado tiempo hablando de técnica, pero la tecnología es solo un medio. La pluma no hace la poesía, a mí no me interesa discutir sobre la pluma cuando hablo de poesía, y la mayoría de fotógrafos pierden el tiempo discutiendo de la pluma. En general, buscan solo un deleite estético en la imagen, en lugar de retratar la realidad. Y la fotografía debe tener una función social, debe mostrar la condición humana extrema; lo demás es solo una masturbación estética”.

Seguro que Oliviero Toscani es una persona muy viajada, en contacto con los mejores profesionales, empresarios y políticos del mundo, pero le puedo asegurar que con este comentario no está siendo fiel a la realidad, por lo menos a la mía. Puede que este tipo de discurso se de en los inicios de cualquier estudiante o aficionado que se enfrente a la fotografía desde el titubeo de la técnica (tan relacionada con la tecnología), pero no es tan frecuente cuando uno ha pasado esa etapa y se enfrenta al mundo real.

Para acabar, en el último párrafo de la entrevista nos suelta:

“Voy a enseñar la subversión. Hay que subvertir, es una energía que debe ser desarrollada por los jóvenes. El arte sin subversión no es necesario».

Suena antiguo, de hace más de cien años, casi de panfleto futurista de las primeras vanguardias. El señor Oliviero Toscani se pone el disfraz de otro italiano, Filippo Tommaso Marinetti y pretende hacer de la polémica arte, enseñando nada más y nada menos que la subversión a los jóvenes, supongo que por medio de crear fáciles polémicas a través de imágenes que acompañan a grandes marcas de ropa. La misma ropa que compran estos futuros jóvenes subversivos («moda punki en Galerías«).

Si Marcell Duchamp y Emmanuel Rudzitsky levantaran la cabeza…

PERLAS de Manel Úbeda

Manel Úbeda en su intervención en «La Caja Azul»
(Pinchar en la imagen para ver el vídeo)

 

En la primera edición de “La Caja Azul”, organizada en Barcelona el día 6 de marzo del 2010 en IDEP, se realizaron una serie de conferencias bajo el título «Lectura fotográfica: Los procesos de valoración en fotografía», donde Manel Úbeda (fotógrafo y director de IDEP Fotografía en ese momento), entre otros, nos habló en una interesante ponencia sobre la enseñanza de la fotografía.

Casi al final de la conferencia, refiriéndose a la competencia desleal que existe desde hace unos años en la docencia por parte de diferentes centros asociados, escuelas, universidades, entidades o tiendas de material fotográfico que imparten cursos y talleres de fotografía, comentó:

-«En los últimos años, han proliferado y de manera notable, talleres por doquier y se dan casos de clara competencia desleal, empezando por el Ayuntamiento de Barcelona, que los centros cívicos dan clase de fotografía subvencionados con los impuestos, en parte, que pagamos las escuelas de fotografía, ¿no?. En fin, que es la cosa perversa del sistema(…) (con sorna) porque, bueno, es que es una cosa de tipo cultural, social… Bueno, pero también sería chulo, no se, que quien quisiera podría hacer un curso de peluquería gratis, ¿no?.»

Seguidamente hizo un comentario sobre si el gremio de peluqueras aceptaría que se dieran cursos gratis de peluquería en el Pati Llimona.

Continuó diciendo:

-«Los talleres, digamos, realizados por parte de los importadores de tiendas de fotografía, que te lo venden como formación, pero en realidad lo que quieren vender son cámaras, son impresoras, respaldos digitales… Pero están ahí y también están teniendo su cuota, digamos, de mercado.» (Aquí hace referencia a los talleres que organiza la prestigiosa tienda Casanova Foto en su apartado de «formación«).

Lo más contradictorio fue el siguiente comentario:

-«Los talleres realizados por fotógrafos que parecen estrellas del rock, haciendo bolos y paseando los talleres por toda la geografía española, ¿no?. Hoy actúo aquí, mañana actúo allí, pasado mañana actúo más allá, ¡cono!, es que ni Bruce Springsteen (se oyen risitas) tendía que tener una programación que a mí me deja anonadado.»

La contradicción está en que unos meses más tarde abre, junto a la fotógrafa Núria GrasLa Magistral, un alojamiento rural en una masía, situado en  l’Alt Empordà, junto a Sant Pere Pescador (Girona), donde ofrecen encuentros y talleres fotográficos en un entorno natural, lugar por donde van pasando las «estrellas del rock» del mundo de la fotografía.

Ahora, el anonadado soy yo.

PERLAS de Alberto García-Alix

«Alberto» de Humberto Rivas, 2002 ©Archivo Humberto Rivas

De vez en cuando, te encuentras con ciertos comentarios, casi lapidarios, de personas a las que admiras por lo que hacen y que te dejan perplejo. En algunos casos coinciden lo que hacen y lo que dicen, con lo que la coherencia de ambas cosas te dejan en paz. Luego están los que sólo dicen, independientemente de lo que hagan y estos me hacen reaccionar en raras ocasiones.

En este caso, un par de comentarios que leí de Alberto García-Alix en una entrevista que le hicieron en 2010 en el diariodemallorca.es, me han dejado en un estado de apostasía fotográfica temporal, de la que me estoy recuperando mirando fotolibros de William Eggleston y Enric Montes .

A la pregunta: «–¿Cómo ha vivido el cambio de la fotografía digital? ¿La utiliza?«

García-Alix responde: «–Para vídeo, pero no para la fotografía. Sigo haciendo las fotos en analógico porque tengo fe. Hago la foto y después rezo: ´a ver cómo ha quedado… imagínate que feo…´. Qué misterio tiene la imagen digital: ´no me gusta, lo voy a corregir…´. Yo sigo teniendo fe.«

En la siguiente pregunta: «–¿Se ha perdido el momento irrepetible del único disparo?»

Alberto García-Alix sentencia: «–Es algo imparable, yo debo ser de los últimos dinosaurios… porque me lo puedo permitir, porque las condiciones han cambiado mucho para los fotógrafos. No soy un fotógrafo, soy un diletante con una cámara. Puedo jugar con ello, con ese material que se va acabando. El hiper foco, el hiper retoque, el hiper hiper… sí, está muy bien, pero no veo más poesía. ¿La fotografía ha ganado en poesía con este cambio? No. La plata sigue teniendo más poesía.»

Después, continua la entrevista y reconoce que el color es una asignatura «un poco pendiente». Creo que el maestro miente.